viernes, 8 de abril de 2011

...la espiritualidad busca lo sagrado en todos los libros.


......este es un fragmento de un de esos libros que hace años leí, en aquellos días, pase sobre el sin prestar demasiada atención, hoy trasteando en el me he detenido en una de sus tantas paginas, es una edición del año 1988, con el paso del tiempo huele a rancio, ya sabéis esa olor característica de los libros con algunos años encima pero aun intacto en su esencia, presto a redescubrirse a cualquier mirada atenta o furtiva...
David G.F

........-He estado en medio del mundo y me he revelado a ellos en la carne. Les he encontrado a todos borrachos. No he encontrado a ninguno sediento. Mi alma sufre por los hijos de los hombres, porque están ciegos en su corazón; no ven que han venido vacíos al mundo e intentan salir vacíos del mundo. Ahora están borrachos. Cuando vomiten su vino, se arrepentirán...

-De aquel día y de aquella hora, nadie sabe. Ni los ángeles ni el Hijo. Sólo el Padre.
Únicamente puedo decirte que será tan inesperado que a muchos les pillará en mitad de su ceguera e iniquidad.

-Mi mundo, del que vengo -traté de presionarle-, se distingue precisamente por la confusión y la injusticia...
-Tu mundo no es mejor ni peor que éste. A ambos sólo les falta el principio que rige el universo: el Amor

-Si hablando en parábolas no me comprendéis, ¿cómo puedo enseñaros entonces los misterios del Reino? En verdad, en verdad os digo que aquel que apueste fuerte, y se equivoque, sentirá cómo rechinan sus dientes.
-¿Es que la vida es una apuesta?
-Tú lo has dicho. Una apuesta por el Amor. Es el único bien en juego desde que se nace.

-En verdad te digo que todos los nacidos llevan el sello de la Divinidad.

-Tú sabes que mi corazón es duro -añadí-. ¿Podrías repetirme ese mensaje?
-Dile a tu mundo que el Hijo del Hombre sólo ha venido para transmitir la voluntad del Padre: ¡que sois sus hijos!
-Eso ya lo sabemos...
-¿Estás seguro? Dime, ¿qué significa para ti ser hijo de Dios?
Me sentí nuevamente atrapado. Sinceramente, no tenía una respuesta válida. Ni siquiera estaba seguro de la existencia de ese Dios.
-Yo te lo diré -intervino el Maestro con una gran dulzura-. Haber sido creado por el Padre supone la máxima manifestación de amor. Se os ha dado todo, sin pedir nada a cambio. Yo he recibido el encargo de recordároslo. Ese es mi mensaje.

-Déjame pensar... Entonces, hagamos lo que hagamos, ¿estamos condenados a ser felices?
-Es cuestión de tiempo. El necesario para que el mundo entienda y ponga en práctica que el único medio para ello es el Amor.

-Si tu presencia en el mundo obedece a una razón tan elemental como la de depositar un mensaje para toda la humanidad, ¿no crees que «tu iglesia» está de más?
-¿Mi iglesia? -preguntó a su vez Jesús que, en mi opinión, había comprendido
perfectamente-. Yo no he tenido, ni tengo, la menor intención de fundar una iglesia, tal y como tú pareces entenderla.
Aquella respuesta me dejó estupefacto.
-Pero tú has dicho que la palabra del Padre deberá ser extendida hasta los confines de la tierra...
mi mensaje sólo necesita de corazones sinceros que lo transmitan; no de palacios o falsas dignidades y púrpuras que lo cobijen.
-¡Ay de los que antepongan su permanencia a mi voluntad!
-¿Y cuál es tu voluntad?
-Que los hombres se amen como yo les he amado. Eso es todo.

-Tienes razón -insinué-, para eso no hace falta montar nuevas burocracias, ni códigos ni jefaturas... Sin embargo, muchos de los hombres de mi mundo desearíamos hacerte una pregunta...
-Adelante -me animó el Galileo.
-¿Podríamos llegar a Dios sin pasar por la iglesia?
El rabí suspiró.
-¿Es que tú necesitas de esa iglesia para asomarte a tu corazón? Una confusión extrema me bloqueó la garganta. Y Jesús lo percibió.
-Mucho antes de que existiera la tribu de Leví, hermano Jasón, mucho antes de que el hombre fuera capaz de erguirse sobre sí mismo, mi Padre había sembrado la belleza y la sabiduría en la Tierra. ¿Quién es antes, por tanto: Dios o esa iglesia?
-Muchos sacerdotes de mi mundo -le repliqué- consideran a esa iglesia como santa.
-Santo es mi Padre. Santos seréis vosotros el día que améis.
-Entonces -y te ruego que me perdones por lo que voy a decirte- esa iglesia está de sobra...
-El Amor no necesita de templos o legiones. Un hombre saca el bien o el mal de su propio corazón. Un solo mandamiento os he dado y tú sabes cuál es... El día que mis discípulos hagan saber a toda la humanidad que el Padre existe, su misión habrá concluido.
-Es curioso: ese Padre parece no tener prisa.
El gigante me miró complacido.
-En verdad te digo que El sabe que terminará triunfando. El hombre sufre de ceguera pero yo he venido a abrirle los ojos. Otros seres han descubierto ya que es más rentable vivir en el Amor.
-¿Qué ocurre entonces con nosotros? ¿Por qué no terminamos de encontrar esa paz?
-Yo he dicho que a los tibios los vomitaré de mi boca, pero no trates de consumir a tus hermanos en la molicie o en la prisa. Deja que cada espíritu encuentre el camino. El mismo, al final, será su juez y defensor.
-Entonces, todo eso del juicio final...
-¿Por qué os preocupa tanto el final, si ni siquiera conocéis el Principio? Ya te he dicho que al otro lado os espera la sorpresa...
Tengo la impresión de que Tú resultarías excesivamente liberal para las iglesias de mi mundo.
-Dios es tan liberal, como tú dices, que permite, incluso, que te equivoques. ¡Ay de aquellos que se arroguen el papel de salvadores, respondiendo al error con el error y a la maldad con la maldad! ¡Ay de aquellos que monopolicen a Dios!

-Dios... Tú siempre estás hablando de Dios. ¿Podrías explicarme quién o qué es?
El fuego de aquella mirada volvió a traspasarme. Dudo que exista muro, corazón o distancia que no pudiera ser alcanzado por semejante fuerza.
-¿Puede el hombre apresar los colores entre sus manos? ¿Puede un niño guardar el océano entre los pliegues de tu túnica?
¿Pueden cambiar los doctores de la Ley el curso de las estrellas? ¿Quién tiene potestad para devolver la fragancia a la flor que ha sido pisoteada por el buey? No me pidas que te hable de Dios: siéntelo. Eso es suficiente...

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