jueves, 5 de mayo de 2011
Edad de complejo de Gizeh. por J. Anthony West
A la vista de la dificultad que significaba trabajar en las pirámides, el egiptólogo y escritor John Anthony West convenció a un eminente geólogo, Robert Schoch de la Universidad de Boston, para que realizara una serie de pruebas en la Esfinge. El objetivo era comprobar no sólo que el desgaste de la roca estaba provocado por el agua, sino también cuál era la antigüedad de la misma. Creyeron que datando la Esfinge y los edificios colindantes, conseguirían sacar a la luz la verdadera edad del complejo de Gizeh. Comprobaron que la estatua estaba esculpida en una cresta de roca y que, por tanto, el foso que la rodea debió de ser excavado antes, a fin de permitir el trabajo de los artesanos. En su estudio midieron los surcos de la erosión del foso, que en su parte posterior tenían hasta un metro de profundidad, siendo mucho menor en la parte delantera.
Esto les llevó a afirmar que la Esfinge fue construida en dos fases, una de ellas muy antigua y la otra más moderna, emprendida por algún faraón. Así se demostraría la diferencia de estilos de construcción de la Esfinge y los edificios colindantes, incluyendo las pirámides, en comparación con el resto de edificios de todo el Egipto faraónico. El caso es que sus estudios demostraron científicamente que la erosión del foso estaba producida, efectivamente, por el agua, y que su construcción había que remontarla 6500 años más.
Para explicar una erosión de tal calibre producida por el agua, sería necesario remontarse hasta épocas en que el agua inundó la meseta de Gizeh, que fue exactamente hace 17000 años, al producirse el deshielo de la última glaciación, o al menos hasta hace 12000 años, cuando se produjeron los desbordamientos más importantes del Nilo. Sendas fechas reflejan, pues, un tiempo lejano donde, en principio el hombre era nómada y aún faltaba mucho para los nacimientos de los primeros poblados conocidos. La razón por la que se cree que la Esfinge ha podido sobrevivir tantos miles de años, teniendo en cuenta su nueva datación, es debido a que, a lo largo de la historia, ha permanecido casi el mismo tiempo enterrada bajo la arena del Sahara como al descubierto.
Sobre el 10500 a. C., la Esfinge miraba directamente hacia la constelación de Leo. Que el estilo y las técnicas de construcción de la meseta de Gizeh sean diferentes a las utilizadas en el resto de los edificios que podemos observar nos sumerge con fiabilidad en la hipótesis de que la fabulosa estatua pertenece a una civilización más antigua ya desaparecida. Esta teoría fue sustentada por los investigadores Robert Bauval y Graham Hancock, de los cuales se hablará en otro capítulo, en su libro El guardián del Génesis.
Esta obra nos introduce en la posibilidad de que haya que remontar la antigüedad de la Esfinge hasta el 10500 a. C. Ambos descubrieron mediante el programa Skyglobe, que mueve las estrellas a las posiciones que ocupaban en el día y año que se introduzca en su base de datos, que durante el equinoccio vernal de 10500 a. C., estando el Sol a unos 12 grados por debajo del horizonte, la Gran Esfinge miraba directamente a su contrapartida celeste, la constelación de Leo. Además, con el mismo procedimiento, observaron que las tres pirámides de Gizeh presentan la misma orientación que, en el 10500 a. C.
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