La
sencillez es esencial, sólo puede surgir cuando empezamos a comprender el
significado del conocimiento propio.
La
mayoría de nosotros vive muy superficialmente, en el nivel superior de la
conciencia (la mente). Allí tratamos de ser reflexivos e inteligentes, allí
tratamos de que nuestra mente sea sencilla, mediante la coacción, mediante la
disciplina. Pero eso no es sencillez. Cuando forzamos la mente superficial a
ser sencilla, tal imposición no la torna ágil, flexible, rápida, sino que sólo
consigue endurecerla.
El saber no resolverá vuestros problemas. El peso del saber embota
la mente. También la embotan el pasado y el futuro. Sólo una mente capaz de ver
lo que es, el presente, de instante en instante, puede hacer frente a las
poderosas influencias y presiones que ejerce constantemente sobre nosotros todo
lo que nos rodea.
Por
eso el hombre religioso no es, en realidad, el que viste una túnica o el que ha
hecho votos, sino aquél que es interiormente sencillo, aquél que no está
"transformándose" en algo. Una mente así es capaz de una
extraordinaria receptividad, porque no tiene barreras, no tiene miedo, no va en
pos de nada y es, por lo tanto, capaz de recibir la gracia, de recibir a
"Dios". Sólo entonces puede
haber felicidad, porque la felicidad no es un fin, es la expresión de la
realidad.
¿Qué
es sencillez? ¿Es la búsqueda de los elementos esenciales y el rechazo de los
que no lo son? La mente es "confusión" y su elección también lo es. Así la opción
entre lo esencial y lo no esencial no es sencillez; es un conflicto, y la mente
confusa en conflicto nunca puede ser sencilla.
No
hay que buscarla, surge tan sólo cuando no hay "yo", cuando la mente
no está atrapada en especulaciones, en conclusiones, en creencias, en
imaginaciones. Sólo una mente libre puede hallar la verdad, recibir aquello que
es inconmensurable, que no puede nombrarse. Eso es sencillez.
Cada
uno de nosotros piensa que es muy sensitivo, y un incidente cualquiera, un
pensamiento fugaz, demuestra que no lo es; piensa que talentoso, instruido,
artístico, moral, pero al volver la esquina se encuentra con que no es ninguna
de estas cosas sino profundamente ambicioso, envidioso, inepto, brutal e
impaciente. De
este modo, cada uno de nosotros se convierte en un campo de batalla en el cual
generalmente triunfa la ambición con todos sus placeres y su infortunio, su
envidia y su temor.
La
sencillez combina la dulzura y la sabiduría. Es claridad en la mente e
intelecto, ya que surge del alma. Los que personifican la sencillez están
libres de pensamientos extenuantes, complicados y extraños. El intelecto es agudo. La sencillez invoca al instinto, la intuición y el discernimiento
para crear pensamientos con esencia y sentimientos de empatía. En la sencillez
hay altruismo, el que personifica esa virtud ha renunciado a la posesividad y
está libre de los deseos materiales que distraen el intelecto haciéndolo
divagar hacia territorios inútiles.
Carecer de deseos no significa
arreglárselas sin nada, o tener la vida de un asceta. Al contrario, uno lo
tiene todo, incluyendo la satisfacción interna. Esto se refleja en el rostro
-libre de perturbaciones, debilidades e ira- y en la conducta, con una
elegancia y una majestad extraordinarias, pero a la vez ingenua. Sencillez es
ser el niño inocente y el maestro sabio.
Las personas que viven con sencillez, generalmente disfrutan de
una relación cercana con la naturaleza. Su moral proviene de las tradiciones
perennes que funcionan en armonía con las leyes de la naturaleza. El mundo
natural es el aula en la que estudian. Esto no significa que todos debamos
adoptar este estilo de vida. Sin embargo, se puede aprender de la naturaleza.
Cuando se observa la ética de la sencillez, casi no hay desperdicio. Todos los
recursos se valoran: el tiempo, los pensamientos, las ideas, el conocimiento y
las materias primas.
La sencillez es
verdad. La belleza de la verdad es tan sencilla que funciona como la alquimia.
No importa cuántos disfraces se presenten ante ella, la luz de la verdad no
puede permanecer escondida; alcanzará a las masas con un lenguaje muy sencillo
y, al mismo tiempo profundo. Los mensajeros de la verdad siempre han
personificado formas comunes, han llevado vidas sencillas, y han adoptado
medios simples para impartir sus mensajes. Viven y dicen la verdad, ofreciendo
belleza a las vidas de los demás.
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